jueves, 18 de diciembre de 2008

Estructura gubernamental...

La verdad es que me resulta gracioso; más que eso, absurdo y hasta burlesco, el hecho de que aspiremos a lograr una aproximación mayor en la relación de la sociedad civil con el Estado, con las actuales estructuras de gestión.

Estamos viviendo un sueño de opio con el asunto de la descentralización, sabiendo que al final, ni los gobiernos locales ni los regionales logran concretar un nivel de decisión importante en los espacios en que vivimos. Buena parte del problema está en el arreglo institucional de estos gobiernos. Entre tanto, la estructura gubernamental nacional tiene envidiables ventajas, sin duda.

He diseñado una estructura que espero que logre graficar mi impresión. Tenemos un nivel de decisión (a nivel local y regional) que lo conforman tanto el Presidente o Alcalde, como el Consejo Regional o Concejo Municipal, respectívamente; luego viene una estructura ejecutiva con una graciosa composición. Empieza con una Gerencia General que baila torpemente intentando armonizar las demandas de sus gerencias específicas o sectoriales. Al final, refleja el balance del peso ponderado de las anteriores. Me explico: hay una Gerencia de “Vende Todo, a cualquier precio”, otra Gerencia de “Construye lo que sea”, otra Gerencia de “Planifica lo que puedas”, otra de “Atiende a los postergados” y una última de “No toques nada”. Léase en éstas a las gerencias de Desarrollo Económico, Infraestructura, Planificación, Desarrollo Social y Medio Ambiente, respectivamente.

Albergamos en la estructura gubernamental a Dios y al Diablo en plena gresca. Para colmo, mostrando una falsa equidad en el valor de cada cual, asignamos recursos diferenciados privilegiando a las gerencias de “Vende Todo” y “Construye lo que sea”, en vergonzosas condiciones respecto a las gerencias de “No toques nada” y “Atiende a los postergados”.

Lo que quiero decir es que los conflictos de prioridades del desarrollo yacen en la misma estructura gubernamental, alentando fricciones que les restan energía, en vez de privilegiar acuerdos con miras a la sostenibilidad. La venta de los recursos tiene más poder que las restricciones al uso de los mismos; la construcción de infraestructura se distancia cada vez más de las necesidades de los postergados, pese a que se hacen en nombre de ellos.

Más claro: las condiciones de aprovechamiento de recursos en los programas de inversión encuentran mayores ventajas en las mismas reglas del Estado, en contra de las condiciones de hacerlo de forma sostenible, cuidando del mantenimiento de la oferta ambiental y la conservación de los recursos naturales. Peor aún, las condiciones de construcciones de infraestructura ociosa e innecesaria avanzan más rápido que las necesarias medidas de lucha contra la pobreza y postergación.

Bajo la consigna de “demuestra que haces obra”, el cuidar de los recursos y el atender a la demanda social se postergarán siempre. Entiéndase como obra a una infraestructura cualquiera, aún cuando sea inútil.

Aspiro a que un día cercano revisemos esa absurda estructura gubernamental y organicemos alguna que se aproxime a atender las necesidades colectivas (de ambiente sano, de sostenibles oportunidades de ingreso y empleo), en vez de continuar desperdiciando los escasos recursos en una inercia de gasto que nos afecta a todos.

Construyamos un Gobierno más próximo a nuestras aspiraciones y necesidades.