viernes, 18 de septiembre de 2009

¿Cuánto cuesta…?

Una muy importante corriente economicista recurre a la valoración económica de muchas decisiones, generalmente políticas, con miras a orientar - a través del valor monetario – nuestras decisiones en relación a lo que acontece en el planeta.
En términos ambientales, los suscriptores del Protocolo de Kyoto proponen que las prácticas para capturar el carbono que en otros lugares es liberado en forma de gas, tengan un precio. La idea es que quienes sientan la necesidad (industrial y productiva) de continuar liberando gases de carbono y otros (considerados como Gases de Efecto Invernadero - GEI) paguen para que en alguna parte alguien capture ese gas (o el carbono que lo compone) y reduzca la emisión acumulada hacia la atmósfera, evitando de ese modo el efecto invernadero que (ya se ha demostrado) influye en el Cambio Climático que estamos viviendo. Hasta hoy las Naciones Unidas reconocen a esto en forma de Certificados de Reducción de Emisiones (CRE), los mismos que son considerados como valores en bolsa. Y la moda va en el sentido de que “pago más por aquellas formas de capturar el carbono (que libero en forma de gas) que resultan más eficaces”. Instrumento interesante en esta cultura contemporánea de que “nada tiene sentido si no es a la luz de la economía”.
Esta idea parece no cobrar sentido en la medida de que las plantaciones forestales que no responden al propósito de demostrar si “cada centavo que invierto” significa indiscutiblemente que efectivamente ha logrado la captura de cada molécula de gas carbono que libero, no me interesa. Ejemplo de esto son las plantaciones forestales con especies que los países que las poseemos (y que son las mayores), no conocemos cuánto carbono capturan a lo largo de su período de desarrollo. Por esto nace la reciente idea de la “Deforestación Evitada” que cuesta tanto insertarse en este mercado de los CRE. Deforestación Evitada es nada menos que evitar el cambio de una cobertura forestal existente por una cobertura con uso diferente (agricultura de secano o forrajes, por ejemplo), o menos rentable (en el mercado) para la captura del carbono.
Crítica situación… quienes amamos el planeta y su continuidad en el tiempo, debemos demostrarles a los principales perjudicados con el Cambio Climático (por la magnitud de sus inversiones), que sus “buenas prácticas” para reducir el perjuicio de sus emisiones, les resulten (monetariamente) rentables.
Con esta sociedad así, tan monetariamente dependiente, los conservacionistas debemos crear cada vez mayores instrumentos monetarios para moverlos hacia ejercicios productivos cada vez menos nocivos con nuestro (y único) planeta.
Pero quizás debemos abandonar nuestro pensamiento ambientalista y cambiarlo por algo más visible. El proceso de deterioro ambiental debiéramos mostrarlo a través de cada fase del deterioro (indiscutible). Antes de que cierre una fábrica, el inversionista deberá enfrentar conflictos con las sociedades que se sienten afectadas, con los gobiernos que sienten que su contaminación incrementa sus costos por el mantenimiento de la salud de las personas, con las sociedades que consideran que la producción no debiera generar mayores costos que el beneficio de la satisfacción de sus necesidades; o con los mismos sujetos que forman parte de la mano de obra de la misma industria.
Entonces, al final, ¿Cuánto cuesta? Cuánto cuesta cada una de las decisiones que tomamos en el desarrollo de nuestras vidas… si estas decisiones terminan incrementando la demanda por mayores productos que generan mayor contaminación de nuestro entorno, o peor, de nuestro planeta.
Lo que pasa es que las decisiones de los industriales se toman porque nosotros (los demandantes) pedimos cada día más, sin importarnos el costo ambiental de esa demanda.
En Tumbes y el resto del Perú, el costo de la demanda por conchas negras, cangrejos, y pescado (como el robalo, mero y peje blanco), están subiendo considerablemente el precio de conservarlos o – dicho de otro modo – mantenerlos en atención a nuestra demanda. Pero no estamos dispuestos a pagarlo.
Seamos conscientes… estamos generando un costo cada vez mayor, justamente debido a nuestros hábitos de consumo. Nosotros somos el problema… y podremos ser la fórmula de solución?