jueves, 17 de septiembre de 2020

La Corrupción

Cuando escuchamos la palabra “corrupción” suena como si fuera algo ajeno, extraño. Quizás sea por la idea que nos inculcaron de niños: “la manzana podrida corrompe a las demás”. Lo vemos como si se tratara de una enfermedad contagiosa. Entonces evitamos el contagio, manteniéndonos alejados de la fuente de infección. Sin embargo, cada día encontramos más y más casos de corrupción. Muchas veces, inclusive, vemos caer a personas que nunca imaginaríamos. ¿Es acaso una enfermedad que se contagia? ¿Hay barreras que impidan el avance de esa “enfermedad”? ¿Cómo es que cada vez hay más y más corruptos? Algunas de las culturas mas antiguas entendieron que la corrupción es una suerte de opción en nuestro comportamiento. Nuestra conciencia nos da a elegir siempre entre lo honesto y lo deshonesto; el honor y el deshonor; la honra y la deshonra; la lealtad y la traición. Nosotros decidimos. Esto es muy diferente a ver la corrupción como algo ajeno a nosotros. El enemigo está en nuestro interior. Somos tan santos o corruptos como nosotros mismos nos lo permitamos. Si un corrupto me tienta a cometer un acto deshonroso, quizás quiera aprovechar alguna oportunidad de ganar algún placer material de un modo deshonesto, pero eso lo decido yo mismo. Ergo, nosotros mismos podemos evitarlo. Mejor aún, si tenemos una gran fortaleza de carácter hasta podríamos persuadir al corrupto a ser una persona honesta. Revisemos tantas historias de arrepentimiento en las religiones. Y hablando de las religiones, casi todas ellas nos invocan a la santidad y deploran la debilidad que nos hace caer en los graves errores. Subrayan el imperativo de hacer sacrificios para alcanzar la fortaleza de espíritu, la conciencia sana. Pero esta nota no es para hablar de religión, sino del asunto tan disímil e impreciso como es la corrupción. Muchas de las ideas que se comentan en las redes sociales y hasta en algunos medios de comunicación, dirigen la atención hacia la falta de políticas firmes y normas sancionadoras. Sin embargo, ya se dieron muchos casos en los que los jueces y fiscales caen en la corrupción y protegen a los deshonestos, facilitándoles inclusive la comisión de graves delitos. La tarea no está siendo fácil. Y mientras los ciudadanos no entendamos dónde se encuentra el problema, continuaremos exigiendo medidas absurdas y - obviamente - continuaremos quejándonos de la incapacidad de los gobernantes. La corrupción - como opción - siempre está en cada persona. Y cada persona es la única que puede evitar su manifestación. ¿Entonces, nos rendimos? ¿Hay formas de actuar en las personas para evitar caer en actos de corrupción? Como se dijo antes, si muchas de las culturas antiguas demostraron notables crecimientos en condiciones de control de la corrupción y, por otro lado, escandalosos acontecimientos debido a la corrupción, es saludable buscar las fórmulas que tuvieron mayores éxitos. Estoy seguro de que en la mayor parte de los casos se recomendará la formación del carácter de la persona con educación y en casa. Los padres tenemos, tanto la responsabilidad de controlarnos para no caer en actos de corrupción, como enseñarles a nuestros hijos - cuando niños - para que tengan una clara distinción de las acciones nobles y de las acciones deshonestas. Y si esto es lo más importante, en lugar de exigirle medidas al gobernante, debemos exigírnoslas a nosotros mismos; y en lugar de esperar respuestas inmediatas, deberemos ser perseverantes por un largo tiempo para esperar que nuestra educación funcione. Entre tanto, sanciones drásticas y aleccionadoras deberán aplicarse con los funcionarios corruptos para mejorar paulatinamente nuestro sistema de gobierno.

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