jueves, 30 de abril de 2009

Estabilizar las playas

Desde niño me llamaba la atención la forma en que el mar acumulaba la arena en la orilla, sobre todo cuando marcaba desniveles.

Hace poco más de diez años comentaba un empresario turístico que las playas de Zorritos virtualmente “miraban” al cielo y no al mar, pues entre el mar y la costa sólida se había acumulado un muro de arena, tal como lo indica la figura.

Hace un año, caminando con mis hijas por la playa de Zorritos, las llevo a conocer el muelle de pescadores, donde disfrutábamos de lanzarnos a nadar cuando éramos niños. Ellas no podían creer que hubo un muelle ahí, pues estaba completamente arenado e inservible. Hoy, las embarcaciones deben anclarse a por lo menos 500 m. de la orilla y los pescadores se ayudan con balsas para llevar la pesca hasta la playa.

Recientemente reviso los mapas satelitales de Tumbes y me concentro en seguir el cauce de los principales ríos, tanto de flujo permanente como de flujo temporal, y observo un comportamiento meandroso marcado por una severa erosión. Eso me hizo recordar otro detalle que es común escuchar en los valles: “el invierno me quitó tierras en este año…”, haciendo referencia a que en las épocas de lluvia, el crecimiento de los ríos erosionó a tal punto el suelo que terminó llevándose literalmente toda o parte del área de cultivo de algunas personas.

Los mapas satelitales también me mostraron que hay una inmensa masa muy clara (de color blanquecino) que parece moverse debajo de la superficie marina, muy cerca de la orilla.

Estas ideas aparentemente desordenadas y desarticuladas me hicieron pensar en que todo es parte de un mismo problema.

En un esfuerzo por armar este rompecabezas, me propuse que el impacto de la erosión y sedimentación que ocurre a lo largo de un río, tiene sus secuelas cuando ingresa al mar en considerables volúmenes. En gestión de cuencas siempre hablamos de la erosión y la sedimentación como factores críticos, pero no recuerdo que hayamos avanzado hasta el mar. Imagino que estarán de acuerdo conmigo en que el material sedimentario que llega al mar debe ir a parar a alguna parte. El mar no es un vacío que desaparece por arte de magia todo lo que recibe.

Y creo que ahí es donde está el problema. La dinámica lunar de las mareas y el movimiento de las corrientes marinas actúan como una especie de cachorro animal que juega con los sedimentos que entregan los ríos al mar, y los deposita en algún lugar de la costa. Vuelve a recogerlos y se los lleva hacia otro lugar en una incansable jornada de juego que puede durar decenios.

Esta descripción imaginativa del problema intenta graficar que en el interior del mar y muy cerca de la costa tenemos condiciones que nos desafían a tratar con mayor interés el asunto de los sedimentos. Si bien existen inquietudes en la parte continental con los procesos erosivos que “roban” superficies de cultivo, destruyen puentes, caminos e infraestructura de riego, el problema no termina ahí. La masa de sedimentos continúa moviéndose en el mar arenando muelles, desfigurando playas y amenazando caminos e infraestructura en la zona de la orilla.

Es harto posible que en el mar de Tumbes exista un importante volumen de sedimentos, sean o no la mancha clara que se aprecia en los mapas satelitales. Hago esta aseveración porque a lo largo del siglo pasado se han desarrollado severos procesos de deforestación en forma creciente. Esto, sumado a las precipitaciones extraordinarias de 1925, 1983 y 1998, lograron que las generaciones que pertenecemos al siglo pasado (1900) crezcamos con la idea de que son naturales los cambios muy grandes en la fisiografía del territorio de Tumbes, en muy cortos períodos de tiempo. Lo que antes eran pequeños riachuelos terminaron convirtiéndose en inmensos ríos. La mayor parte de los puentes tuvieron que volver a levantarse, mucho más largos que los anteriores. Y es que la cobertura boscosa, en un territorio como el de Tumbes, juega un rol irremplazable: sostener los suelos sueltos. Cuando quitamos la cobertura boscosa, los suelos son arrastrados fácilmente por el agua y juntos actúan como meteoritos que bombardean copiosamente la estructura de suelos más afianzados, como el caso de los valles, hasta debilitarlos y literalmente arrastrarlos, dejando huellas de una severa erosión.

Pero así como quitamos el soporte a los suelos en las partes altas y los liberamos a las partes bajas de los valles y el mar, ahora debemos capturarlos. Para esto se requiere de medidas de estabilización de playas, que atrapen la arena dinámica y reduzcan considerablemente los riesgos de continuas erosiones, con impactos importantes. Y claro, en las partes altas debemos evitar que se siga reduciendo la cobertura boscosa. De este modo romperemos el ciclo.

Agradeceré comentarios a esta idea.

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