miércoles, 8 de octubre de 2008

El silencio del especialista

Despierto una mañana y descubro que la línea de abastecimiento de agua en el baño estaba rota y el baño inundado. Posiblemente una variación de la presión provocó esto en horas de la madrugada. El asunto se complicaba, tenía reuniones todo el día, en la noche tenía un viaje de tres días y ya había coordinado para que durante ese tiempo se lave y planche mi ropa. Vivo solo y esos menesteres se los encargo a una persona de mi confianza.
No me queda otra opción que acudir a un gasfitero. Cuando lo encuentro, me trató al puro estilo de “El Especialista” y revisó la avería. Hizo una lista de materiales y sin mirarme me la entregó. Dijo que volvería en la tarde y que le tenga listo el material. No niego que con tanta muestra de arrogancia me enfurecí, pero no dije nada; necesitaba el trabajo.
Hizo el arreglo y usó muy poco de lo que me pidió. Sin decirle nada guardé lo sobrante. Hice al menos diez preguntas y sólo me respondió la última “¿cuánto es por el trabajo?”… “diez soles”.
Esa noche viajé como lo tenía planeado y al volver encuentro la llave general del agua cerrada y mi ropa sucia. No funcionó el arreglo de “El Especialista” y no lo noté porque a la hora que hizo el trabajo no había agua. Llamé al experto y le hice ver su desastre. No esperé a que responda a mis preguntas y le quité el trabajo. Lo terminé yo.
Usted puede ser muy diestro en lo que hace, pero no es precisamente el mejor. Y si lo es, no contamine sus habilidades con innecesarias muestras de arrogancia. En el momento menos pensado puede cometer un error. Una indiscutible muestra de arrogancia es quedarse callado, y peor, mirar como a ignorante a quien le hace las preguntas. Tome en cuenta que sus clientes no son precisamente las personas más inútiles que pueda conocer, y si lo fueran, le están pagando por su trabajo.
Las series de TV pueden mostrarnos a insoportables “especialistas” que silenciosamente hacen su trabajo sin atender las naturales inquietudes de los demás. Esto no debiera ocurrir en el ejercicio de su trabajo. Alguien necesita de su ayuda y quiere saber si en verdad usted ha entendido su demanda. Informar lo que se hace no resta calidad al trabajo; al contrario, la eleva. Si atender preguntas lo distrae, eso puede ser una muestra de que no es precisamente tan diestro como espera demostrarlo. Si usted cree que no tiene tiempo que perder, el cliente no tiene dinero ni tiempo que perder.
Haga las cosas bien… pues hacer las cosas bien, es rentable. Empiece a hacerlas con una buena y cordial comunicación.

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